Columna de Opinión:
por Mg. Claudio Moreno Rojas
Abogado
Magíster en Pedagogía en Educación Superior → Universidad Tecnológica de Chile en conjunto con la California State University
Magíster en Derecho → Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
Estudiante Doctorado → Universidad de Buenos Aires.
Vamos a aclarar dos puntos importantes antes de enfrentar esta pregunta: la primera, es que cuando hablamos de un juicio de familia, donde están los hijos involucrados, no es lo mismo que si estuviéramos debatiendo sobre una propiedad, sobre una herencia o sobre el regalo de la abuela, estamos hablando de niños (as) y eso, como veremos, cambia todo el panorama. Lo segundo, que debe usted tener siempre claro es que, en un juicio, los que ganan siempre, somos nosotros, los abogados.
Teniendo estas premisas claras, ojalá podamos ver con otros ojos los múltiples espacios que la ley nos proporciona para llegar a acuerdos, espacios que además es una obligación propiciar, tanto en el proceso de mediación, luego por el juez, y por los distintos actores que operamos en el Derecho de Familia. Todo, por un mandato legal, el principio de “Colaboración” de la Ley 19.968 que, nos insta a evitar la confrontación y buscar salidas alternativas al conflicto, ¿sabe usted por qué? … porque hay niños en medio de este caos que usted vive, y esos niños, son sus hijos.
Porque más allá del daño, del engaño o del dolor que nos haya hecho padecer la otra persona, nada tiene eso que ver, y léame bien, “nada tiene que ver”, con el derecho de sus hijos a muchas cosas: a relacionarse con el padre o madre que no los tiene a su cuidado, a recibir una pensión de alimentos digna que le permita subsistir y desarrollarse de acuerdo a su posición social, o, incluso a estar con el padre o madre que, a ellos, les haga mejor.
Es perfectamente entendible el resentimiento y la desconfianza, y así mismo, nadie, ni la misma norma le pide a usted que perdone y olvide. Sin embargo, lo que sí es exigible, es que usted sea capaz de mirar por sobre el conflicto, y ver que siempre habrá un impacto sobre los hijos, y nuestra idea es que sea el menor impacto posible.
Hay otras veces en que la intervención judicial es positiva y hasta necesaria, pero no en todos los casos. Los que nos dedicamos a esta área del Derecho entendemos, que, si se puede y procede, debemos evitar ver a niños en tribunales o asistidos por programas, peritajes psicológicos, y, en definitiva un sistema que, si bien es amigable para ellos y está diseñado para escucharlos, podría en varios casos evitarse.
Al final de cuentas quién está cargo de la crianza, desarrollo y felicidad de sus hijos es usted, no el sistema. Así, el proceso de mediación, el llamado a conciliación para la búsqueda de salidas colaborativas siempre son una buena opción, en pro de sus hijos.
Muchas veces usted sentirá que el juez, su abogado, o cualquier actor no escuchan como usted quisiera “su verdad” respecto a su ex pareja, ¿y sabe porqué? porque al final de cuentas, y como digo siempre a mis clientes, “yo más que su abogado, soy abogado de sus hijos y mi trabajo es lograr que ellos estén bien y sacarlo (a) a usted de este problema y no horadar más en él, si puedo evitarlo”. Nuestra principal labor entonces, es darle a usted otra perspectiva.
Y sí, es cierto, un proceso de negociación tiene esa sensación agridulce, porque parte de la lógica de que ambos padres deben dialogar aunque no quieran en el fondo, pero sobre todo, deben ceder, doblar en algo el brazo en pro de una solución que usted puede sentir “a medias”. Esta sensación, muchas veces la tenemos porque caemos en el error de centrar el foco en conflicto “con el otro” y no en la solución por el bienestar de los hijos. Porque ceder siempre cuesta, pero ¿sabe qué? vale la pena.
Lo importante, es que no enfrente una negociación a ciegas, que analice sus opciones, depure bien el real conflicto y el rol que sus hijos cumplen en él. Existimos profesionales que podemos acompañarle en este proceso, evitar juicios y demandas que no le hacen bien a nadie, porque quien debe ganar en un proceso es usted, no su abogado, pero sobre todo, sus hijos.