Columna de Opinión:

por Mg. Claudio Moreno Rojas 

Abogado

Magíster en Pedagogía en Educación Superior → Universidad Tecnológica de Chile en conjunto con la California State University

Magíster en Derecho → Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

Estudiante Doctorado → Universidad de Buenos Aires.

Desde que nacemos, envejecemos. Cada día, cada minuto que pasa somos un poco más viejos que el anterior, y es un hecho.  No es algo que podamos cambiar. Que tal vez podamos combatir al tiempo en nuestro rostro y apariencia, puede ser, pero la vejez es algo imparable al ser esta una etapa natural de la vida, la que debiera ser la más bella incluso.

Siempre he pensado que, en un mundo en que todo lo clasificamos, nuestros adultos mayores podríamos agruparlos, al menos en tres visiones: aquel que vive en paz, luego, al que denomino “abuelito pro” y aquel que necesita ayuda. No siendo una categoría mejor que la otra.

El primero, es aquel que, luego de una vida de trabajo, de criar y sacar hijos adelante, ha logrado consolidar su proyecto de vida, y vive rodeado de cuidados, del amor de sus nietos, de sus hijos que no les olvidan y que, solos o no, son perfectamente autovalentes viviendo consolidados, con achaques más o achaques menos, pero en paz.

El segundo grupo, estaría formado por los que llamo “abuelitos pro”. A esos que no se les debe llamar “abuelitos”, sino por su nombre. Esos que se reúnen en bingos, en centros comunitarios y que sacan proyectos importantes, dándonos el ejemplo de que, ser adulto mayor no es lo mismo que ser viejo. Tienen la salud, y sobre todo el espíritu para permanecer absolutamente vigentes en el plexo social, porque son autovalentes, sumamente inteligentes, organizados y más proactivos que muchos de las generaciones que les siguen.

Y finalmente, un tercer grupo, el abuelito que necesita ayuda, el injustamente abandonado, el que tiene alguna condición física o mental que le impide la autovalencia de sus años de toda la vida, ese que recibe una pensión que derechamente no alcanza, el que vive en un hogar con otros como él o, peor, en la calle. El abuelito que requiere abrigo y amor, porque ya ni siquiera recuerda qué es eso, porque lo suyos le han dejado en el olvido.

La pregunta es, ¿alguno de estos perfiles es más importante que el otro? Claro que no, los tres, son exactamente igual de importantes, y los tres, representan lo que somos como sociedad.

Sí vamos a aclarar que, el adulto mayor, es en nuestro Derecho, una figura que denominaremos “privilegiada” así como lo es el niño (a), el adulto mayor también tiene una vasta cobertura jurídica a nivel de tratados internacionales, Constitución y leyes que lo protegen. Y aunque aún seguimos “al debe” en mucho de lo que hay que hacer respecto a ellos, Chile ha dado buenos pasos en favor de su protección y dignidad.

Es bueno que usted sepa que el adulto mayor tiene hoy muchos derechos que para el común de la gente son desconocidos, y que, además existe una institucionalidad que día a día trata de mejorar para protegerlos. Por ejemplo: muchos adultos mayores ignoran que podrían demandar visitas respecto de esos nietos que, por ABC, motivo se les impide ver. Porque el ordenamiento jurídico reconoce no sólo el derecho del abuelo a ver a su nieto (a) sino también la importancia que tiene para el niño (a) y su desarrollo el poder vincularse con su familia extensa, más allá de su padre o madre.

Sepa también que la ley 20.066 de violencia intrafamiliar, también tiene una mención especial para el adulto mayor y asimismo el abandono, el maltrato, el griterío, el zamarreo o cualquier forma de afectación a su integridad física o psíquica, no sólo está prohibida por ley sino además puede, y debe, denunciarse por cualquier persona que tenga conocimiento de ello.

Por desgracia ocurre que, en casos de violencia contra el adulto mayor, los principales actores son precisamente los hijos o los familiares. Algo que es absolutamente impresentable, pero insisto, es además denunciable.

O también, ocurre que muchos hijos sienten que tienen “derechos” sobre el patrimonio de sus padres adultos mayores. Lea bien, si un adulto mayor es dueño de su casa, usted, hijo (a) no tiene ningún derecho sobre ella. La sucesión por causa de muerte o el testamento, requieren de un requisito obvio: la muerte de su padre o madre. Por tanto, mientras eso no ocurra, su padre o madre pueden hacer lo que se les venga en gana con su patrimonio, y usted tampoco es un “heredero en vida” ni ningún otro invento que los despoje de lo que es de ellos y no suyo.

 Por desgracia existen muchos adultos mayores que, por desconocimiento, presiones de sus hijos, o familiares, terminan firmando documentos “extraños” o cediendo sus bienes convencidos de que tienen la obligación de hacerlo por ellos. Así, es como existe la estafa al adulto mayor.

En fin, si usted sabe o tiene noticia de que algún adulto mayor lo está pasando mal, o bien, si usted es uno de ellos, sepa también que puede asesorarse, y lo digo porque hay muchas cosas que puede que estén ocurriendo, que le hayan dicho que están bien y, en realidad, están muy mal. Para eso existimos profesionales calificados y una enorme red de apoyo que podemos darle una mano para analizar esa situación y activar dispositivos de protección para dejar de normalizar lo que no es normal.

El adulto mayor es un sujeto de derechos, y como tal merece el mismo respeto que todos los demás. No olvidemos que el Chile que hoy tenemos lo edificaron ellos, no nosotros, y que, al final del día, todos sin excepción querremos ser tratados de la misma forma: con dignidad.

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