Columna de Opinión:
Por Mg. Claudio Moreno Rojas
Abogado
Magister en Pedagogía en Educación Superior.
Magíster en Derecho.
Ellos, nos aparecen en las papeletas de votación en listados tan eternos que nadie entiende nada, y a la hora de votar son tantos que resultan invisibles, porque no los conocemos y les restamos importancia, pero son los que en gran medida mueven al país…
Ya nos acercamos al final de este proyecto de “Educación Cívica, en idioma castellano y para todos”. En estos últimos números me es imposible no dedicar uno exclusivo al verdadero responsable de todo, y ¡ojo! que no digo “verdadero responsable” en sentido maléfico sino responsable de veras. Mientras usted se ha gastado la vida endosando a nuestros Presidentes de la República el cheque por el Chile que tenemos, ellos, nos aparecen en las papeletas de votación en listados tan eternos que nadie entiende nada, y a la hora de votar son tantos que resultan invisibles, porque no los conocemos y les restamos importancia, pero son los que en gran medida mueven al país. Porque en un Estado de Derecho, donde es la ley la fuente principal de todo lo que nos pasa, es el Congreso, quien también está detrás de todo, mientras nosotros, duros de cabeza, seguimos poniendo en el foco sólo al Presidente, apostando todas nuestras fichas cuando a este sólo le tocan la mitad de ellas.
Ya lo hemos dicho, la regla es simple: del Presidente dicta decretos y el Congreso, leyes. Sí, esas leyes por las que usted y yo tanto peleamos porque salgan o no, esas mismas que permiten que usted pueda consumir marihuana, abortar en tres causales o contraer un acuerdo de unión civil, o esas que entendieron que el divorcio ya era necesario cuando un matrimonio está irremediablemente roto. Todos los temas que partan con “ley de…” o “ley tanto”, vienen del Congreso, de ningún otro lugar. Punto aparte será cuánto ganan nuestros parlamentarios o lo duro que trabajan o no; o este fenómeno de que ahora las leyes tienen nombres de personas o animales, como la ley “Emilia”, la ley “Zamudio”, la ley “Ricarte Soto” o la ley “Cholito”, lo que me parece un recurso de lo más pedagógico para acercar la legislación a la ciudadanía, aunque sea desde el título.
Varias cosas, el Congreso, que es como nuestra gran “cocina donde se preparan leyes” es un órgano colegiado, es decir, compuesto por muchos miembros, a diferencia del Presidente de la República que es unipersonal. Desde el 2017, 155 es el número de diputados y para el 2021 serán 50 los senadores; los primeros duran 4 años en sus cargos y los segundos 8, todos con posibilidad de re elección. Y se eligen bajo el denominado “sistema proporcional” (que nadie entiende en un 100% y que es tan enredado que me gastaría, no una columna, sino un periódico completo tratando de explicarlo, así que lo pasaremos por alto esta vez).
Sí, me interesa que usted sepa que el Congreso es donde trabajan nuestros diputados y senadores, esos que usted llama “políticos”. Es un órgano “bi cameral”, es decir, tiene dos cámaras: la Cámara de Diputados (Cámara Baja) y el Senado (Cámara Alta). Ambos son elegidos por nosotros, y se entiende que es el órgano más representativo (por eso las leyes salen de aquí), ya que nuestros parlamentarios son electos por distritos (los diputados) o circunscripciones senatoriales (los senadores) que es una forma que nos hemos inventado para dividir nuestro territorio y obtener representantes de todo Chile y no sólo de Santiago (en teoría) que voten las leyes en nuestro nombre.
Usted se preguntará: si hay tantas personas trabajando en una ley, ¿cómo es posible que se demoren tanto en salir? Aunque no lo crea, esto tiene una lógica, porque cada proyecto de ley o: es ingresado por el Presidente de la República para que el Congreso lo discuta, o bien nace en una de las cámaras (cualquiera de las dos) que se llamará “cámara de origen” y luego de ser aprobada pasará a la otra cámara que se llamará “cámara revisora”. Luego de haberse aprobado en ambas cámaras, se envía al Presidente para que éste dicte un Decreto y la promulgue, luego la mandé a publicar y ¡listo! ¡Ya hemos cocinado una ley!
Pero la verdad, es que esta receta en simples pasos no tarda cuatro líneas como se lo he puesto acá, sino años (muchos años a veces para mi gusto) y eso, debido a que una ley debe ser producto de profundas reflexiones por ambas cámaras (aunque a veces se pasan, es cierto) y porque además existen distintos tipos de leyes, y, cada tipo tiene distintos quórums, es decir, requieren distinto número de parlamentarios de acuerdo para salir adelante, y es aquí donde se producen las eternas discusiones, los dimes, diretes y leyes que “duermen en el Congreso”, porque ¡cuánto tardan a veces en ponerse de acuerdo!
Entonces ¡ojo! mientras estamos todos enfrascados en nuestras peleas de quién saldrá o no Presidente de la República, la papeleta de diputados y senadores siempre se nos pasa así como “colada”, la llenamos a la rápida, votamos por quien “nos tinca” o por el que algún cercano nos dijo que votáramos, y el resultado es que, terminan saliendo esos “mismos de siempre” y como pueden ser re electos, lo hacen una y otra vez.
Así es que una vez más, ¡atención a dónde ponemos nuestras fichas!, porque es precisamente en esa papeleta de diputados y senadores, donde se encuentra gran parte del futuro de nuestro país, y las leyes que nos regirán a todos. Entonces mire bien e infórmese sobre ellos, para que luego, si reclamamos por las leyes que tenemos, no sólo lo hagamos con razón sino ante el verdadero responsable, el Congreso.