Columna de Opinión:

Por Mg. Claudio Moreno Rojas

Abogado

Magister en Pedagogía en Educación Superior.

Magíster en Derecho.


Hoy, pareciera ser más fácil visibilizar nuestra opinión en un “meme” o en un “estado de Facebook” que en un voto; porque un voto  “¿de qué sirve, si nada va a cambiar, si igual tengo que ir a trabajar el lunes o igual debo pagar mis cuentas a fin de mes?”.

 

Se me ha pedido que participe en este proyecto en que en pocas líneas debo enfrentar el enorme desafío de enseñar en “fácil” aquello que parece tan difícil y ajeno como la formación cívica, desde un discurso que busca desesperadamente no ser académico sino cercano y accesible para cualquier lector, y el desafío me encanta. Porque tal vez  entre abogados, académicos y políticos hemos reservado para nosotros un conocimiento que debiera ser el más sencillo y conocido por todos; por tratar de parecer más cultos y eruditos complejizamos lo que es de suyo vital para poder comprender el país en el que estamos parados, los gobernantes que elegimos, los derechos que reclamamos y el concepto de democracia que conocemos, que con un contenido tan difuso  no se entienden, ¡nadie lo entiende! y lenguaje construye realidades pero también la destruye cuando es inentendible, creando el peor de todos los abismos: la desinformación.

Desde esta columna, que se gasta su primera vez en una reflexión inicial del problema y que busca generar preguntas más que certezas, vendrán en los números que siguen aquellas herramientas técnicas para que usted resuelva esos cuestionamientos y no yo, porque yo no vivo su vida ni usted la mía. Pero hoy, concentrémonos en la reflexión de cómo comienza todo:

El hombre, una bestia como el resto del mundo animal (y que suele comportarse peor que estos una y otra vez), no puede vivir solo; en términos biológicos tal vez sí, pero el hombre no es sólo biología ni cuerpo, es también espíritu, sentimientos, comunicación e intelecto, y para poder desarrollar todas sus dimensiones, debe agruparse.

En la cátedra de Derecho Político, suelo enfrentar con mis alumnos la discusión acerca de si el hombre nació o se convirtió en un ser social, pero aquí la daremos ya por superada. De hecho, tomo prestada la visión de  Aristóteles (siglo IV a.C) cuando define al hombre como un “zoon politikón” o “animal político”,  porque sólo los dioses (a quienes no se les puede obligar a nada) o una bestia (que no posee raciocinio) pueden vivir fuera de la polis o de la vida en sociedad, pero para el hombre es imposible, sí o sí necesita de otros. Esta característica, “la sociabilidad” más el “raciocinio” hacen que el hombre entonces sea ese “zoon politikón”. Las hormigas también son sociales, y los delfines también se comunican y se agrupan, pero no tienen raciocinio (eso, por si se estaba preguntando y ¿qué ocurre con las hormigas y los delfines?).

Desde que el hombre se agrupa,  comienzan los conflictos, ¿o no ha visto usted nunca un reality en la tv? Todos tenemos una visión propia del mundo y eso causa inexorablemente que: o existan personas con una idea parecida de ver la vida, o personas que no,  y en ambos casos hay que ordenar esta convivencia, naciendo así  el Derecho, que a diferencia de otros órdenes normativos como la moral o la religión y que también regulan conductas, se distingue por ser  obligatorio, nos guste o no. Y las leyes (que son sólo una parte del Derecho) “se presumen conocidas por todos” cuando son publicadas en el Diario Oficial, lo que es una tremenda ficción en un mundo jurídico lleno de ficciones, porque ni usted conoce todas las leyes, ni yo que soy abogado posgraduado tampoco y además ¿alguien en verdad lee el Diario Oficial?. Pero, es una fantasía necesaria como veremos en las próximas semanas.

Lo que usted probablemente no sopesa aún, es que este Derecho obligatorio nace de usted mismo, que las normas que usted no conoce pero que lo obligan fueron votadas por personas que usted eligió o peor, usted permitió que tuvieran ese poder cuando se abstuvo un domingo para ir a votar.

Y es que los tiempos han cambiado demasiado, y la percepción del tiempo también. Antes en un recreo que 15 minutos en el colegio uno podía hacer de todo, hoy ¿qué se puede hacer en 15 minutos?, de hecho estudiamos la historia dividiéndola en siglos, luego para mirar el siglo XX la dividimos en décadas, pero hoy no podemos separar la línea de tiempo así, porque el mundo cambia de un día para otro y ¡nos enteramos al instante! no como en los tiempos de la corona española una norma era enviada a América (llamada “Indias” en aquel entonces) y tardaba meses en llegar a salvo hasta aquí, porque venía en un barco que debía atravesar todo un océano si es que no se encontraba con piratas o un naufragio; en cambio hoy podemos saber de manera inmediata lo que ocurre en todos lados del globo, de hecho usted puede saber el grado del temblor sólo abriendo su teléfono sin siquiera esperar a que termine porque alguien ya está posteando “¡está temblando!”

Esa inmediatez ha afectado el cómo entendemos el concepto de democracia que poco se plantea en la sobremesa familiar. Un Chile que clamaba por hablar en libertad en las décadas ´70 y ´80’, hoy pareciera haber cambiado. De hecho son las redes sociales la nueva urna y escenario donde se plantean nuestras ideas, nuestras críticas al sistema que nos agobia, nuestras desigualdades y lo que observamos como injusto. Hoy, pareciera ser más fácil visibilizar nuestra opinión en un “meme” o en un “estado de Facebook” que en un voto; porque un voto  “¿de qué me sirve, si nada va a cambiar, si igual tengo que ir a trabajar el lunes o igual debo pagar mis cuentas a fin de mes?”. Bueno, le comento que sí sirve, ¡claro que sirve! pero usted no lo sabe y esto es lo que intentaremos revertir en esta columna desde las próximas semanas, porque el real problema somos usted y yo, que siempre salimos a las calles a protestar, pero con las pancartas equivocadas.

 

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